sábado, 7 de julio de 2012

Desilusión

No es un pecado ser chico de tamaño, como sí lo es, ser pequeño en los actos cuando se tiene la consciencia plena de recuerdos grandes.
Ver caer una construcción de ideas y hechos como las del Uruguay de la primera mitad del siglo xx en la misma cantidad de tiempo que ha sido construido, es comparable a al peor de los actos colectivos en contra de la sociedad de un mismo país. Podemos decir que pasó un huracán o que tuvimos un terremoto si miramos la cantidad de casillas que hacen de viviendas para los miles de familias que bien en ellas y que como sociedad nos parce una cosas normal y que no nos hace daño.
Pensar que esto se arregla con la ayuda social que el Estado uruguayo ofrece es corto de miras, pensar que el excelente experimento ceibal, arregla la mala educación que poseemos hoy en día, (otrora excelente) es muy inocente y  para la muestra están los datos y los números. Pero seguimos confiando en el modelo obcecado y necio que nos gobierna cómo individuos.
Si nuestro propio Estado nos desampara, nos deja solos, nos muestra como es posible que se nos mienta en la cara y cómo las crisis externas nos golpean a causa de nuestra debilidad, s justo entonces que algunos de nosotros nos preguntemos, cómo es posible haber llegado a esta situación? si somos ciudadanos decentes y trabajadores, honestos y que pagan sus impuestos en fecha y lo que es más importante, creemos en este país, como proyecto y cómo sociedad.
Una cultura política y republicana que paradójicamente un extranjero fue el artífice de nuestra soberanía que ni siquiera era el convencimiento de una buena parte de la sociedad de aquella  época, dónde a duras penas nos dimos cuenta que repentinamente éramos un Estado libre, soberano y democrático, todas éstas palabras colocadas en el contexto de eso años.
Pero golpeados y traicionados, humillados y dejados solos entre dos gigantes, salieron de esa sociedad de ese caldo de cultivo, grandes hombres y mujeres que hicieron de esa sociedad la llamada en el futuro y conocida como Suiza de américa. En ella vivieron pensadores, estadistas, filósofos, siendo pioneros en avances y métodos para la época. Se construyeron grandes cosas, estábamos en pleno contacto con la maravilla europea, se aprovechó la inmigración del viejo continente, sus conocimientos quedaron acá y se reformó la educación,  la infraestructura en todos los estatutos de la sociedad se disparó.
Uruguay era mirado con respeto, gracias a que se aprovecharon las situaciones coyunturales de los períodos de guerras y entreguerras, pero que no se lastimó a nadie y dónde el respeto de lo ajeno y el culto al trabajo era una cosa real que se palpaba y se mamaba. La República gozaba de salud y se proyectaba con esperanzas hacia el futuro.
Quizás el gran error fue temerle a la izquierda reaccionaria en vez de incluirla en los Gobierno o en vez de darles responsabilidades en el funcionamiento del Estado, quizás el error fue la soberbia de las clases gobernantes y pensar que el País no se contagiaba de las enfermedades ajenas, quizás lo peor fue comernos la pastilla de Suiza de América y de a poco aburguesar a la clase trabajadora de los sectores públicos y no pensar en el monstruo que alimentábamos alegremente confiados en el poder y la fuerza del republicanismo dorado.
Las crisis económicas, luego de las guerras del siglo, llegaron, la pequeña república no se acostumbró a los cambios, las generaciones nuevas no se acostumbraron al trabajo de mantenerla en pie y creímos en la inercia pero nos olvidamos del desgaste y del rozamiento. Paulatinamente nos enlentecimos, seguimos repitiendo viejos dogmas, no abrimos los ojos y medidas más duras fueron necesarias y llegó el mal como las dos caras de una moneda, no tienes uno sin el otro.
Los tupamaros fueron la excusa de una dictadura y la dictadura fue la excusa de gastos infinitos, de desmanes sin castigo y de una época que no se debe olvidar.
Pero la democracia que no es fuerte en sus decisiones que no tiene autoridad, tampoco es democracia. No hacemos democracia, solamente votando, la hacemos todos los días y volver a ella no nos garantiza el éxito.
Muestra palpable de la ignorancia del pueblo Uruguayo y de falta de real solidaridad es la incapacidad de reacción de los sindicatos con respecto a lo que pasa en PLUNA. Muestra palpable y tangible de nuestra ignorancia es lo que hace este gobierno presidido por Mujica tan parecido a su famosa frase sacada del acervo popular, “como te digo una cosa te digo la otra”.
Todas las cosas pueden mejorar, lo feo de esto es que también siempre se puede empeorar.

3 comentarios:

Acosta dijo...

Buenas reflexiones. En mi humilde opinión, va a llevar años y años para ver tiempos y gobernantes mejores.

Leo dijo...

No se trata de malos y buenos, yo digo que necesitamos personas correctas en sus puestos y no improvisados de turno que le vienen a salvar la vida a uno u otro partido político.
Nos llevan a todos en un barco que se hunde teniendo el material para salir a flote. Mi vuelta a Candadá es un hecho..

Acosta dijo...

Creo que con tu última oración está todo dicho.